Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en con seguir que hiciesen las paces reyes enfrentados y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de Santa Clara de Estremoz, en Portugal, que ella misma había fundado, y en este mismo monasterio murió, cuando se ocupaba en conseguir la reconciliación de un hijo y un nieto suyos enfrentados.
Ver másSan Nanfanión mártir en Madaura (África).
En Erissos, en la isla de Lesbos, tránsito de san Andrés de Creta, obispo de Gortinia, que cantó a Dios con admirable arte mediante oraciones, himnos y cánticos, y exaltó a la Madre de Dios, la Virgen inmaculada y asunta a los cielos.
En Blangy, en la región de la Galia Atrebatense, santa Berta, abadesa, la cual, habiendo ingresado junto con sus hijas Gertrudis y Deotila en el monasterio que ella misma había fundado, pasados unos años se encerró en una celda, donde vivió en completa clausura (c. 725).
En Mauriac, en Francia, beata Catalina Jarrige, virgen, de la Tercera Orden de Santo Domingo, célebre por su entrega a los pobres y a los enfermos, y que defendió durante la Revolución Francesa a los sacerdotes perseguidos, ayudándoles y visitándoles en la cárcel.
En la ciudad de Wan-sha-wa, en la provincia de Hunam, en China, san Cesidio Giacomantonio, presbítero de la Orden de los Menores y mártir, que en la persecución llevada a cabo por los seguidores del movimiento Yihetuan, cuando intentaba proteger de las turbas el Santísimo Sacramento, fue apedreado y, envuelto con un lienzo empapado en petróleo, quemado vivo.
En Cahors, en Aquitania, san Florencio, obispo, alabado por san Paulino de Nola como hombre humilde de corazón, fuerte en la gracia y dulce en la palabra (s. V).
En África, san Jocundiano, mártir (s. inc.).
En el campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, beato José Kowalski, mártir, que, en tiempo de guerra, fue encarcelado por Cristo y, después de terribles tormentos, consumó el martirio en la cárcel.
En Turín, ciudad de Italia, beato Pedro Jorge Frassati, joven militante en varias asociaciones de seglares católicos y gran deportista, que se entregó alegremente y con todas sus fuerzas a las obras de caridad en favor de pobres y enfermos, hasta que, atacado por una parálisis fulminante, descansó en el Señor.
En Vatan, en la región de Bourges, en Aquitania, san Lauriano, mártir (s. III/IV).
En Florencia, ciudad de la Toscana, beato Juan de Vespignano (s. XIII/ XIV).
En Augsburgo, ciudad de Baviera, san Udalrico, obispo, ilustre por su admirable abstinencia, su generosidad y sus vigilias, falleciendo nonagenario después de haber sido obispo durante cincuenta años.
En Langres, en Aquitania también, san Valentín, presbítero y eremita (c. s. V).