San Asterio, obispo de Petra, en Arabia, s. IV. Intervino en las contiendas religiosas de su tiempo. Estuvo al principio afiliado al partido de los arrianos, pero en el Concilio de Sárdica (347) se puso de parte de la ortodoxia, y contribuyó a desenmascarar las intrigas de sus antiguos correligionarios. Constancio le desterró a los arenales de Libia, de donde salió al advenimiento de Juliano el apóstata. En 362 aparece en el Concilio de Alejandría al lado de San Atanasio, que hace su elogio en varios de sus escritos. Murió algún tiempo después.
Ver másEn Auxerre, en la Galia Lugdunense, san Censurio, obispo (s. V).
En la ciudad de Buda, en Hungría, tránsito del beato Juan Dominici, obispo de Ragusa, que, después de la peste negra, restauró la observancia regular en los conventos de la Orden de Predicadores, y luego, enviado a Bohemia y Hungría para contener la predicación de Juan Hus, le sorprendió la muerte.
En la ciudad de Moerzeke-les-Termonde, cerca de Gante, en Bélgica, beato Eduardo Poppe, presbítero, que con sus escritos y su predicación propagó por Flandes, en tiempos difíciles, la formación cristiana y la devoción a la Eucaristía.
En Dobrowo, en Polonia, muerte de san Bogumilo, obispo de Gniezno, que, después de renunciar a su sede, llevó en este lugar vida eremítica, consumado por su austeridad.
En Bolonia, en la provincia de Emilia, beata Diana de Andalò, virgen, la cual, superando todas las dificultades de su familia, prometió ante santo Domingo abrazar la vida claustral e ingresó en el monasterio de Santa Inés, que ella misma había fundado.
En Treviso, en la región de Venecia, beato Enrique de Bolzano, carpintero y analfabeto, que entregaba a los pobres todo lo que tenía y ya al final, casi sin fuerzas, pedía lo necesario para vivir, no dejando de compartirlo con los mendigos.
En Rochester, en Inglaterra, san Itamar, obispo, que fue el primero de la región de Kent en ser elevado al orden episcopal, brillando por la dignidad de su vida y por su erudición.
En París, de Neustria, san Landerico, obispo, de quien se cuenta que, en tiempo de hambre, para atender a los pobres enajenó los ornamentos de la iglesia, y que edificó un hospital junto a la iglesia catedral.
En Londres, en Inglaterra, beatos mártires Tomás Green, presbítero, y Gualterio Pierson, monjes de la Cartuja de esa ciudad, los cuales, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en sus pretensiones de supremo moderador en asuntos eclesiásticos, fueron encerrados en lóbrega cárcel, donde murieron de hambre y enfermedad.
En Londres, en Inglaterra, beatos mártires Tomás Green, presbítero, y Gualterio Pierson, monjes de la Cartuja de esa ciudad, los cuales, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en sus pretensiones de supremo moderador en asuntos eclesiásticos, fueron encerrados en lóbrega cárcel, donde murieron de hambre y enfermedad.