Memoria de santa Clara, virgen, que, como primer ejemplo de las Damas Pobres de la Orden de los Hermanos Menores, siguió a san Francisco, llevando una áspera vida en Asís, en la Umbría, pero, en cambio, rica en obras de caridad y de piedad. Enamorada de verdad por la pobreza, no consintió ser apartada de la misma ni siquiera en la extrema indigencia y enfermedad.
Celebran hoy: Clara, Clarena, Clarita.
Ver másEn Cambrai, en Austrasia, san Gaugerico, obispo, célebre por su piedad y caridad para con los pobres. Fue ordenado diácono por Magnerico de Tréveris y, elegido para la sede episcopal de Cambrai, ejerció el episcopado durante treinta y nueve años (c. 625).
En la provincia de Valeria, en Italia, san Equicio, abad, que, como escribe el papa san Gregorio I Magno, fue padre de muchos monasterios a causa de su santidad y, donde quiera que iba, daba a beber a los demás de la fuente de las Sagradas Escrituras (antes de 571).
En Comana, en el Ponto, san Alejandro, de sobrenombre Carbonero, obispo, que a partir de la filosofía alcanzó la eminente ciencia de la humildad cristiana y, elevado por san Gregorio Taumaturgo a la sede episcopal de aquella Iglesia, fue célebre no sólo por su predicación, sino también por haber sufrido el martirio por el fuego (s. III).
En Hibernia (hoy Irlanda), santa Atracta, abadesa, que, según la tradición, recibió el velo de las vírgenes de manos de san Patricio (s. V).
En Benevento, de la Campania, san Casiano, obispo (s. IV).
En los confines del Tibet, beato Mauricio Tornay, presbítero y mártir. Era canónigo regular de la Congregación de los santos Nicolás y Bernardo de Monte Giove (Gran San Bernardo). Anunció con empeño el Evangelio en China y en el Tibet, y recibió la muerte a manos de los enemigos del nombre cristiano.
Cerca de la costa de Francia, ante el puerto de Rochefort, beato Juan Jorge (Jacobo) Rhem, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir. Encerrado durante la persecución en una escuálida prisión, levantaba la esperanza de sus compañeros de cárcel, cruelmente torturados, hasta que él mismo, por amor a Cristo, murió de una enfermedad incurable.
En la localidad de Prat de Compte, cerca de Tarragona, en España, beato Miguel Domingo Cendra, religioso de la Sociedad Salesiana y mártir, que, en la persecución, mereció alcanzar a través del martirio la palma de la gloria.
En Asís, de la Umbría, san Rufino, a quien se considera primer obispo de aquella ciudad y mártir (c. s. IV).
En Arlés, de la Provenza, en la Galia, santa Rustícola, abadesa, que gobernó santamente a sus monjas durante casi sesenta años.
En Roma, conmemoración de santa Susana, bajo cuyo nombre, celebrado entre los mártires en los anales antiguos, en el siglo VI fue dedicada a Dios la basílica del Título de Gaio, junto a las termas de Diocleciano (s. inc.).
En la ciudad de Évreux, en la Galia, san Taurino, a quien se celebra como primer obispo de esta ciudad (c. s. V).
En Roma, en el cementerio llamado «Ad duas lauros», en la vía Labicana, a tres miliarios de la ciudad, san Tiburcio, mártir, cuyas alabanzas cantó el papa san Dámaso (s. III/IV).
En la aldea Agullent, Valencia, en España, beato Rafael Alonso Gutiérrez, mártir, que era padre de familia y, en el furor de la persecución contra la fe, derramó su sangre por Cristo. Con él se conmemora también al bienaventurado mártir Carlos Díaz Gandía, que este mismo día y en la misma localidad recibió la vida eterna por la defensa de la fe.
Joven mártir de cuya vida se conoce poco, salvo las inscripciones en su tumba y los restos mortales que en ella fueron encontrados.