Santo español de la ilustre familia Pignatelli uno de cuyos vástagos fue elevado al mismísimo puesto de sucesor de Pedro en la persona del Pontífice Inocencio XII y cuyas raíces se hunden en la historia hasta rayar la leyenda.
Ver másEn Heraclea, de Tracia, san Teodoto mártir (c. s. III).
En Mariëngaarde, en Frisia, san Siardo, abad, de la Orden Premonstratense, notable por su observancia regular y por su prodigalidad para con los pobres.
En Aviñón, de la Provenza, san Rufo, considerado como el primero que estuvo al frente de la comunidad cristiana de esta ciudad (s. IV).
En el cenobio de Santa María de Gualdo Mazocca, cerca de Campobasso, en Italia, beato Juan de Tufaria, eremita.
En Caccamo, de Sicilia, beato Juan de Licio, presbítero, de la Orden de Predicadores, eminente por su incansable caridad para con el prójimo, por la propagación del rezo del Rosario y por la observancia de la disciplina regular, descansando en el Señor a los ciento once años de edad.
En la localidad de Eu, en Normandía, tránsito de san Loenzo O´Toole (Lorcan Ua Tualthail), obispo de Dublín, que, entre las dificultades de su tiempo, promovió valerosamente la disciplina regular de la Iglesia, procuró poner paz entre los príncipes y, finalmente, habiendo ido a visitar a Enrique, rey de Inglaterra, consiguió los gozos de la paz eterna.
En la fortaleza de Binh Dinh, en Conchinchina, san Esteban Teodoro Cuénot, obispo de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que tras veinticinco años de trabajos apostólicos, durante la feroz persecución bajo el emperador Tu Duc fue arrojado a una cuadra de elefantes, donde murió agotado de sufrimientos (1861).
En Traú, en Dalmacia, san Juan, obispo, que, siendo ermitaño en un monasterio camaldulense, fue ordenado obispo y defendió felizmente la ciudad de la destrucción intentada por el rey Colomano (c. 1111).
En la isla de Bardsey, en la costa de Cambria septentrional (hoy País de Gales), san Dubricio, obispo y abad (s. VI).
En Gangres, de Paflagonia, san Hipacio o Hipapcio, obispo, que murió mártir, lapidado en un camino por los herejes novacianos.
En Argel, de África septentrional, san Serapión, de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, de la cual fue el primero que, para la redención de los fieles cautivos y predicación en fe cristiana, mereció la palma del martirio.