Memoria de san Ignacio, obispo y mártir, que, discípulo del apóstol san Juan, fue el segundo sucesor de san Pedro en la sede de Antioquía, siendo condenado, en tiempo del emperador Trajano, al suplicio de las fieras y trasladado a Roma, donde consumó su glorioso martirio. Durante el viaje, mientras experimentaba la ferocidad de sus centinelas, semejante a la de los leopardos, escribió siete cartas dirigidas a diversas Iglesias, en las cuales exhortaba a los hermanos a servir a Dios unidos con el propio obispo y a que no le impidiesen poder ser inmolado como víctima por Cristo.
Ver másEn Binaco, de la Lombardía, beato Baltasar Ravaschieri de Clavario, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores.
En la localidad de Suna, junto al lago Maggiore, en Italia, beato Contardo Ferrini, que, dedicado a la educación de la juventud, superó con la fe y la vida cristiana las ciencias humanas.
En Agen, ciudad de Aquitania, san Dulcidio, obispo, que luchó denodadamente por la fe católica contra la herejía arriana (s. V).
En la ciudad de Orange, en la Provenza, de la Galia, san Florencio, obispo (c. 524).
En Licópolis, de Egipto, san Juan, eremita, que entre sus muchas virtudes se distinguió por su espíritu profético (s. IV).
En Toulouse, de nuevo en la Galia, muerte de san Gilberto, abad de Citeaux, el cual, nacido en Inglaterra, varón ilustre por su saber, defendió a santo Tomás Becket.
En la ciudad de Hué, en Annam, san Isidoro Gagelin, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que, por su fe en Cristo, fue estrangulado en tiempo del emperador Minh Mang.
En la ciudad de Algemesí, en la región de Valencia, también en España, beata Tarsila Córdoba Belda, mártir, que, siendo madre de familia, pasó a la gloria de Cristo en la persecución.
En la región de Laval, también en Francia, beato Jacobo Burin, presbítero y mártir, que durante la Revolución Francesa ejerció su ministerio pastoral a escondidas, debiendo pasar de casa en casa, hasta que fue fusilado mientras sostenía en sus manos el cáliz.
En la ciudad de Wrexham, en el País de Gales, san Ricardo Gwyn, mártir, que, padre de familia y maestro de escuela, profesaba la fe católica, siendo encarcelado bajo la acusación de convencer a otras personas a la conversión, y después de repetidas torturas, manteniéndose en su fe, fue ahorcado y, aún respirando, descuartizado.
En la localidad de La Nucia, cerca de Alicante, también en España, beato Raimundo Esteban Bou Pascual, presbítero y mártir, que durante la persecución mereció, cual discípulo fiel, ser redimido por la sangre de Cristo.
En Roma, beato Pedro de la Natividad de Santa María Virgen Casani, presbítero de la Orden de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, que orientó sus dotes naturales y de la gracia a la educación de los niños, contento de servir a Dios en los párvulos.
Conmemoración de san Oseas, profeta del Antiguo Testamento, que no sólo con sus palabras, sino con su misma vida mostró al Señor al pueblo infiel de Israel, como Esposo siempre fiel y movido por una misericordia infinita (s. VIII a. C.).
En Valenciennes, ciudad también de Francia, beatas María Natalia de San Luis (María Luisa Josefa) Vanot y cuatro compañeras, vírgenes de la Orden de las Ursulinas y mártires, que durante la Revolución Francesa, por odio a la fe católica, fueron condenadas a muerte y subieron al patíbulo recitando el salmo Miserere. Sus nombres son: beatas María Laurentina de San Estanislao (Juana Regina) Prin, María Úrsula de San Bernardino (Jacinta Agustina Gabriela) Bourla, María Luisa de San Francisco (María Genoveva) Ducrez y María Agustina del Sagrado Corazón de Jesús (María Magdalena) Déjardin.