Santa Síntiques; fue discípula de San Pablo y su cooperadora en la propagación del Evangelio, como lo dice él escribiendo a los filipenses: "Ruego a Evodia y a Síntiques que sientan lo mismo en el Señor. También te ruego a ti, fiel compañero, que asistas a aquellas que trabajaron conmigo en el Evangelio..." Y, como dice San Crisóstomo, parece que estas mujeres fueron las primicias de la Iglesia de Filipos, 78.
En el monasterio de Fontenelle, en Neustria, san Vandregisilo, abad, que, habiendo renunciado a vivir en la corte con el rey Dagoberto, hizo vida monástica en varios lugares, y promovido al sacerdocio por san Audeno, obispo de Rouen, en el bosque llamado Gemeticense fundó y rigió el monasterio de este mismo nombre (c. 668).
En Antioquía, ciudad de Siria, san Cirilo, obispo, el cual, siendo emperador Diocleciano, fue encarcelado y desterrado (c. 306).
En la fortaleza de Suania, en los montes del Cáucaso, san Anastasio, monje, discípulo de san Máximo el Confesor, con el que, por defender la fe ortodoxa, fue encarcelado y tuvo que sufrir toda suerte de tormentos. Falleció en dicha fortaleza, o tal vez en camino, cuando se dirigía hacia ella.
En Pavía, ciudad de la Lombardía, san Jerónimo, obispo (s. VIII).
En Venecia, beato Agustín de Biella Fangi, presbítero de la Orden de Predicadores, que prestó grandes servicios en Soncino, en Viglebano y en la misma Venecia.
En Lodi, en la Lombardía también, san Gualterio, fundador del Hospital de la Misericordia.
Ante el litoral de Rochefort, en Francia, beato Jacobo Lombardie, presbítero de Limoges, mártir, que en la terrible persecución desencadenada contra la Iglesia durante la Revolución Francesa, por ser sacerdote fue encarcelado en una pequeña nave, en condiciones insalubres, donde falleció consumido por una enfermedad incurable.
En Ancira, de Galacia, san Platón, mártir (s. III/IV).
En Menat, en la Galia Arvernense, san Meneleo, abad (c. 700).