San Pío V, papa, de la Orden de Predicadores, que, elevado a la sede de Pedro, se esforzó con gran piedad y tesón apostólico en poner en práctica los decretos del Concilio de Trento acerca del culto divino, la doctrina cristiana y la disciplina eclesiástica, promoviendo también la propagación de la fe. Se durmió en el Señor en Roma, el día primero del mes de mayo.
Ver másEn Chieri, cerca de Turín, en el Piamonte, san José Benito Cottolengo (Giusseppe Benedetto Cottolengo), presbítero, que, confiando solamente en el auxilio de la Divina Providencia, abrió una casa para acoger a toda clase de pobres, enfermos y abandonados.
Ver másEn Vernon, cerca del río Sena, san Adiutor, que, hecho prisionero en una guerra y martirizado por razón de su fe, al regresar a su patria se retiró a un lugar apartado para llevar vida penitente (c. 1131).
En Fossombrone, del Piceno, en Italia, beato Benito de Urbino, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que fue compañero de san Lorenzo de Bríndisi en la predicación entre husitas y luteranos.
En Evorea, en el Epiro, san Donato, obispo, que en tiempo del emperador Teodosio brilló por su eximia santidad (s. IV).
En Verona, en la región de Venecia, san Gualfardo, quien, oriundo de Alemania y guarnicionero de profesión, después de pasar varios años en la soledad fue recibido por los monjes del monasterio de San Salvador, cerca de la ciudad.
En Saintes, en Aquitania, san Eutropio, primer obispo de esta ciudad, que había sido enviado a la Galia, según la tradición, por el Romano Pontífice (s. III).
En Newcastle upon Tyne, en Inglaterra, beato Guillermo (William) Southerne, presbítero y mártir, que, después de haber estudiado en Lituania, España y Douai, tras ser ordenado sacerdote entró en Inglaterra, y por esta razón, en tiempo del rey Jacobo I, sufrió atroces suplicios que le causaron la muerte.
En Barking, en Inglaterra, muerte de san Earconvaldo, Erconvaldo o Earconvald, obispo de Londres, que fundó dos monasterios, uno de varones, que presidió él mismo, y otro de mujeres, que puso bajo la autoridad de su hermana, santa Ethelburga.
En Roma, beato Pedro Diácono (o Levita), monje del monasterio del Celio, que, por mandato del papa san Gregorio I Magno, administró con prudencia el patrimonio de la Iglesia Romana y, ordenado diácono, sirvió con fidelidad al pontífice.
En Novara, de la Liguria, san Lorenzo, presbítero y mártir, que construyó una fuente bautismal en la que bautizaba a los niños que le confiaban para su educación, y un día, mientras se preparaba para llevar al baño de vida a un número elevado de niños, unos impíos lo mataron junto con los neófitos (s. IV).
En Forlí, en la Emilia, san Mercurial, obispo, a quien la tradición considera como el instaurador de esta sede episcopal (s. IV).
En Québec, en Canadá, beata María de la Encarnación (María Guyart Martin en el mundo), la cual, siendo madre de familia, después de la muerte de su esposo confió a su hijo, aún pequeño, a los cuidados de su hermana e, ingresando en las Ursulinas, estableció la primera casa de este Instituto en Canadá, distinguiéndose por su actividad.
En Paderborn, en Alemania, beata Paulina von Mallinckrodt, virgen, fundadora de las Hermanas de la Caridad Cristiana, para atender a los niños pobres y ciegos y auxiliar a los enfermos y pobres.
En Viviers, junto al Ródano, en Neustria, san Aulo o Augulo, obispo, que, según cuenta la tradición, fundó en su ciudad un hospital y emancipó a muchos siervos (s. VII).
En Nápoles, de la Campania, san Pomponio, obispo, que construyó una iglesia dedicada a la Santísima Virgen dentro de la ciudad y, en tiempo de la ocupación por los godos, defendió a su grey contra la herejía arriana (s. VI).
En Roma, en el cementerio de Pretextato, en la vía Apia, san Quirino, mártir, el cual, siendo tribuno, coronó su confesión de fe con el martirio (c. s. III).