San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó con fervor en meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la disciplina regular y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus delicias fueron siempre estudiar, o enseñar, o escribir.
Celebran hoy: Beda.
Ver másSanta María Magdalena de Pazzi, virgen de la Orden del Carmelo, en Florencia, de la Toscana, que llevó una vida de oración abnegadamente escondida en Cristo, orando con empeño por la reforma de la Iglesia, y habiendo sido distinguida por Dios con muchos dones, dirigió de un modo excelente a sus hermanas hacia la perfección.
Ver másSan Gregorio VII, papa de 1073 a 1085, el cual, anteriormente llamado Hildebrando, llevó vida monástica y colaboró en la reforma de la Iglesia en numerosas legaciones pontificias de su tiempo, y una vez elevado a la cátedra de Pedro, reivindicó con gran autoridad y fuerte ánimo la libertad de la Iglesia respecto del poder de los príncipes y defendió valientemente la santidad del sacerdocio. Viéndose obligado a abandonar Roma por este motivo, murió en el exilio en Salerno, de la Campania.
Ver másEn Inglaterra, san Aldelmo, obispo, quien, varón célebre por su doctrina y escritos, había sido abad de Malmesbury y después fue nombrado primer obispo de Sherborne, entre los sajones occidentales.
En Atela, en la Campania, san Canión, obispo y mártir (s. III/IV).
En el lugar de Munyonyo, en Uganda, san Dionisio Ssebuggwawo, mártir, el cual, a los dieciséis años de edad, al reconocer ante el rey Mwanga que había enseñado los rudimentos de la fe cristiana a dos personas de su corte, fue traspasado con una lanza por el mismo rey.
En Milán, de la Liguria, conmemoración de san Dionisio, obispo, el cual, habiendo sido desterrado a Armenia por el emperador arriano Constancio a causa de su fe católica, murió allí mereciendo el título propio de los mártires (c. 361).
En Peñalba, en la región de Astorga, san Genadio, obispo de la Diócesis de Astorga del 909 al 919, que antes fue abad y después obispo del mismo lugar. Prestó su consejo a los reyes, pero movido por el deseo del claustro, renunció a la dignidad episcopal para vivir el resto de sus años como monje y a veces como solitario.
En Villamagna, cerca de Florencia, en la Toscana, conmemoración del beato Gerardo Mecatti, quien, siguiendo las huellas de san Francisco, distribuyó sus bienes entre los pobres y, retirándose a un lugar desierto, por amor de Cristo se dedicó a acoger a peregrinos y a ayudar a los enfermos (c. 1245).
En Montesanto, del Piceno, en Italia, tránsito del beato Gerio, que habiendo sido antes conde de Lunel, llevó vida solitaria y murió durante una peregrinación santa (c. 1270).
En Faenza, en la Flaminia, beato Jacobo Felipe (Andrés) Bertoni, presbítero de la Orden de los Siervos de María, insigne por el don de lágrimas y suma humildad.
En el cenobio de Mantenay-sur-Seine, junto a Troyes, en la Galia, san León, abad (s. VII).
En París, en Francia, santa Magdalena Sofía Barat, virgen, que fundó la Sociedad del Sagrado Corazón y trabajó muy afanosamente por la formación cristiana de las jóvenes.
En el campo de concentración de la ciudad de Javas, en Moldavia, beato Nicolás Cehelski, presbítero y mártir, el cual, bajo un régimen de persecución contra la religión, superó con la fuerza de su fe los tormentos de su martirio. Beatificado por Juan Pablo II el 27 de junio de 2001, junto con otras 24 víctimas del régimen soviético de nacionalidad ucraniana.
En Tonquín, san Pedro Doan Van Van, mártir, catequista y administrador de la parroquia de Bau No, quien, ya octogenario, en tiempo del emperador Tu Duc (Tự Đức) confirmó con su sangre la constancia de su fe.
En Florencia, de la Toscana, san Zenobio, obispo de Florencia. Amigo de San Ambriosio de Milán, consejero de San Dámaso I papa, trabajó con San Eugenio y San Crescencio.