En Túnez, en el norte de África, beato Antonio Neyrot, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que, capturado por los piratas y conducido a África, apostató de la fe, pero, con la ayuda de la gracia divina, el día de Jueves Santo en la Cena del Señor retomó públicamente el hábito religioso, delito que expió muriendo apedreado.